By Francisco Antillón
La escena en la improvisación long-form es la unidad base de su narrativa. Esa “rebanada de vida” que tenemos la oportunidad de ver en la vida de unos personajes (una vida que, aunque se haya creado en el momento “existe” antes y después de la escena) es la base de distintos formatos y espectáculos tanto en la tradición canadiense-latinoamericana, como en la estadounidense.
Justo por eso, hay de pronto confusión y muchas opiniones respecto al tema ¿De qué trata la escena?
En formato largo, generalmente pasamos por varios momentos incluso antes de que lleguemos a ella: La sugerencia parece ser un punto de partida común. Si pedimos un insumo creativo al público o a alguien que invitamos, ¿Por qué no ha de ser esa la sustancia de la escena?
La cosa es que la sugerencia no resulta esencial, e incluso, puede ser totalmente prescindible. Dos de los mejores improvisadores en la escena norteamericana, T.J. Jagodowski y Dave Pasquesi, ni siquiera piden una (ellos inician su espectáculo diciendo “Confíen en nosotros, todo es improvisado”).
La sugerencia es apenas un detonante que, además, puede servir para que el público se de cuenta que lo que pasa se creó en el momento. Pero nada más.

Igual puede hablarse del opening. Más allá de que varios formatos no lo usan (ni lo necesitan), ya sea un monólogo, un juego de palabras, una entrevista, etc., la apertura es apenas una generadora de ideas y premisas. Es la transformación de una materia prima – la sugerencia – pasando por un proceso de reinterpretación o resignificación, que sirve como filtro para que una experiencia ajena forme parte de la mente grupal de quienes están en el escenario.
Entonces, estamos más bien hablando de un medio y no de algo esencial.
Va. Siendo que le antecede no es de lo que trata, vamos a la escena misma.
Inspirado en la sugerencia, el opening o en ninguno de esos momentos, alguien hace una iniciación. Es una persona cortando vegetales en la cocina (¡No se ha visto mucho!) que le dice a otro personaje “Mamá, creo que mi hermano no va a venir”.
Parece que la escena pudiera enfocarse en eso. Ya hay una situación, contexto o realidad base. Hay un Who, What, Where (Quiénes, Qué, Dónde). Estamos más cerca del núcleo, pero no estamos ahí: Tenemos solo un planteamiento individual que necesita complementarse por otro personaje.
Si la escena se tratara de la iniciación que hace una sola persona, no se necesitaría a nadie más en la escena, ni la exploración (y, muy probablemente, no sería interesante).
Cuando entra la otra o el otro, comienza a gestarse lo que nos quedaremos de la escena al salir de la sala. Empieza a construirse una relación.
Los improvisadores con una formación muy básica “crean” el “PROL” (personaje, relación, objetivo y lugar) a su entender, con frases como “Jefa, me dijeron que viniera a su oficina a revisar las cuentas”, y creen que a partir de ahí existe ya la relación. Son una jefa y un empleado.
No.
“Jefa” y “Empleado” no es una relación. Una relación no es una etiqueta, un estereotipo o un cliché. No queremos saber “qué” son, sino “cómo” son. Qué tipo de jefa. Qué tipo de empleado. Y cómo sus formas de ser .
A través del yes-anding – la co-construcción de la verdad en escena aceptando la propuesta de la otra persona y aportando información que la complemente – vamos a llegar a un punto que es muy mágico: Darnos cuenta juntos cuál es nuestro juego.

La improvisación es descubrimiento*. Es encontrar la verdad en los ojos de la otra o el otro. Es sentir la electricidad de darnos cuenta al mismo tiempo qué hace especial el momento o la relación que comparten los personajes; ya sea por toparnos con algo inusual dentro de la realidad que creamos, o bien con aquello hace única una relación, para después explorar ese elemento distintivo y llevarlo cada vez más hasta sus últimas consecuencias.
De eso trata una escena. Del juego entre los que participan en ella.
* Por eso, el “acuerdo” en formato corto es una tontería. La improvisación es el acotamiento de posibilidades infinitas, que se va dando en la construcción mutua. Muchas veces, ese “acuerdo” termina siendo modificado por el cauce que toma la escena o historia. Entonces, ¿Para qué usarlo? ¿Por qué vamos a reducir la maravilla de descubrir juntos sustituyéndola con el sometimiento a la mejor idea, o la menos mala, de una sola persona que, al final, muy probablemente no será aquello de lo que tratará la improvisación?